Juego desde un día de enero a congelar momentos.
Esos que tienen hermosos recuerdos, esos que hacen escapar una lágrima de felicidad.
Esos en los que estabas tan cerca, en los que vos jugabas a crecer conmigo.
¿Jugábamos? ¿Era un juego? Sí lo era y lo sigue siendo.
Las reglas cambiaron, pero solo algunas.
Todavía está prohibido mentir, y sigue ganando quién más ama.
Un juego incierto al principio, con muchas dudas, pero no una.
Nunca dudé y vos tampoco, del color de nuestros ojos, del tamaño de nuestras pupilas,
de saber leer pensamientos y más aún miedos.
Un juego de celos, de “si” y de “no”, de “por siempre” y de “jamás”.
Donde lo importante no era, ni es, llegar a una meta puntual,
pues siempre encontramos más.
Sino de crecer juntos, de reír y llorar, de tomarnos de la mano y ser uno en cada lugar. Sencillamente congelo momentos hasta el día que yo vuelva a vos y me asegure de decirte una vez más lo que sos para mí.
Que no existe en este mundo ojos que me dejen tan maravillada, ni voz que me calme más.
Un juego de nunca acabar, un juego por el que doy todo, doy mi vida y cada uno de mis sentidos. Un juego que no se forma de a dos, sino de dos que son uno.
Un juego en que las palabras son importantes y los mimos y los besos, las miradas y los gestos, las promesas y los sueños…
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario