Fue una brisa que golpeaba mi ventana con cierta insistencia la que me despertó esa madrugada.
Entre mis sueños se oía el susurro de la calle semidormida y los anhelos de la gente que vuelan en busca de eso que ya perdieron.
La noche en vela era testigo, como hoy, de las voces enardecidas que se callaban al dejar ir tantos deseos por las pequeñas hendijas de puertas y ventanas de habitaciones pobladas.
Se forma una música entre el silencio inconcluso, alguna queja y sonrisas atontadas de tantos enamorados que duermen juntos.
Será hasta el día en que ambos miremos el cielo juntos y veamos un edén.
Esa noche será como una que jamás existió, en la que las horas gloriosas puedan depurar todo el mal que estuvo acá.
Nos despertarán los recuerdos de los días dulces de seducción y la jura de no querer despertar, ni siquiera con una brisa.
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