Catarsis I

Después de un baño y un encierro lo suficientemente largo en el que no me digné a ver caras desconocidas, me pinté las pestañas, como cada día si pienso pisar una vereda, y salí.
Hablaba con un amigo y le intentaba explicar la sensación que me estaba acechando.
Una sensación de ahogo, quizá de ahí la pesadilla, de tener tanto dentro en el pecho donde están los sentimientos mas profundos (quizá también los más primitivos) arrinconados con otras cosas que hacen mucho ruido y desconcentran.
Salir a la calle, tomarme el café más rico, respirar aire del impuro, ver gente extraña y desconcertante, solitarios y enamorados, es salir al encuentro de algo que estaba buscando posiblemente sin siquiera saber.
Sentarme en una vereda de una avenida con extraños a mi lado, con sus mochillas y sus historias, con sus mentes tan lejanas, tanto como la mía que iba y venia de rostro en rostro intentando descubrir algo, es desde siempre, un hecho único y necesario.
Los minutos a solas en la calle sin hacer nada son peligrosos.
Te hacen sentir indomable, independiente, autosuficiente, simple.
Y cuando retomo el camino a casa, ya con el paso más lento, con la mirada más perdida, y casi siempre húmeda, es cuando esos minutitos que disfrutaste siendo tan autosuficiente, tan solitaria, tan libre, te arrinconan y te dejan apretada entre una ilusión y un miedo.
Y para ser sincera, incluso conmigo misma, yo sé qué es lo que atormenta, lo que me deja de a ratos perdida y me quita el sueño más de la cuenta.
Yo soy una mujer para estar en pareja con mucho amor de por medio, teniendo al amor como causa y consecuencia, como soporte y también como dulce condena.
Así, todo se supera, todo se aliviana en las tormentas, todo tiene una visión del futuro no más realista pero sí más amena.
Aprender a darse a otro, a mimar lo que nadie más siquiera nota, a susurrar dulzuras, a ayudar a cargar el peso del otro, a reír y festejar los asuntos de otra persona como si fueran tus propios logros…
A recordar fechas, horarios, detalles, a aprender a hacer su comida preferida…
Terminar encantada con su música y que sus berrinches ya sean capaz de alegrarme el día.

Es angustia de vacío, de nostalgia, de inquietud provocando ahogo.

No hay comentarios.: