El maldito e inalterable vaivén de tu presencia me sucumbe de pies a cabeza.
El compás de las horas nocturnas en soledad trazan una línea imaginaria hasta tí.
Ahí te encuentras en el zaguán de otra casa, en el serpenteo de otros besos.
Y yo en retaguardia por miedo a hacerme un poco de caso.
Me dejo guiar por el camino de una transgresión porque remiendo es lo que necesita este corazón.
El puente hasta alcanzarte se torna muralla y sigues siendo digno de este traqueteo entre ella y yo.
La quietud que maniobré días pasados, fue falsa y fue superstición.
Te pierdo a cada minuto, lo siento a flor de piel.
Se bifurca este camino que jamás existió.
Es un litigio hiriente que no seas mío.
Me quedo sola frente al zarpazo de algún otro recurso que me sea ajeno y que no lleve tu nombre, ni tu maldito vaivén.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario