Te quiero

Me pregunto si viviremos así, hasta que cada día se acabe, hasta que el sueño nos envuelva para siempre.

En este andar que se vuelve casi intermitente, tal vez encuentres antes del fin algo que te recuerde a mí.

Podría ser mi voz o mis ojos, o mi nombre o solo un dejo de algún mimo de madrugada.

Mientras vos puedas, con mi suerte, rememorar algo de mí en un futuro yo seguiré atrapada por completo, tanto como hoy en tu recuerdo, en tu mirada que busqué año tras año en rostros desconocidos, y nunca fue de otro, solo tuya.


No te veo pasajero, no te quiero siendo solamente como un viajero.

En este andar paulatino, en el que el tiempo corre tan despacito, sigue siendo obvio el quererte.

Si fueras solo un devaneo, podés dar por sentado que me harías mucho daño.

Quiero que seas quién permanece cuando todo cambia, cuando quiero huir y sentirme acurrucada.

Vaivén

El maldito e inalterable vaivén de tu presencia me sucumbe de pies a cabeza.
El compás de las horas nocturnas en soledad trazan una línea imaginaria hasta tí.
Ahí te encuentras en el zaguán de otra casa, en el serpenteo de otros besos.
Y yo en retaguardia por miedo a hacerme un poco de caso.
Me dejo guiar por el camino de una transgresión porque remiendo es lo que necesita este corazón.
El puente hasta alcanzarte se torna muralla y sigues siendo digno de este traqueteo entre ella y yo.
La quietud que maniobré días pasados, fue falsa y fue superstición.
Te pierdo a cada minuto, lo siento a flor de piel.
Se bifurca este camino que jamás existió.
Es un litigio hiriente que no seas mío.
Me quedo sola frente al zarpazo de algún otro recurso que me sea ajeno y que no lleve tu nombre, ni tu maldito vaivén.
Había que tener un sentido aparte para captar tu sonrisa;
Tener audacia para dejarse llevar por simples palabras desordenadas, despistadas, salidas todas de mi boca sin siquiera pensar.
No hay incluso hoy, manera de pensar nada que no te contenga.
Tener una pizca de tiranía para doblegar tus encantos, tus silencios, tu espacio a mi lado.
Yo dejaba de ser yo en mi forma altanera, despreocupada, porque tu sonrisa me engalanaba en una oscuridad incompleta, en ruidos molestos que viajaban entre nosotros y entre todos ellos.
Por dentro qué lejos que estaba de la soberbia hacia ti.
Como cada día, desde hace tantos que ni recordás, mi altanería realmente nunca existió.
Era timidez disfrazada en un ave de alto vuelo.
Es quererte simplemente por prestarte toda atención, por sonreír inconciente, por ver tu risa, pensarte hermoso tan solo por tu hoyuelo.
Había que manipular todo esto, de alguna forma, controlar la situación.
Y no hay sentidos, no existen fórmulas, no servirá de nada hacerme la despistada, jugar a que sos igual que los otros, a que pudiera perderte en cualquier multitud.

No hay, ni habrá caminos para dejar de imaginarte acá conmigo.