Parece mentira que se manifieste tanto desconcierto algo ya vivido incansablemente para los dos.
Si hubiese sabido que este amor, que esta decisión, iba a causarnos tanto dolor, me habría ido lejos.
Me habría abstenido de quererte cada hora un poco más, pues no hubiésemos pasado aquella frontera de amistad.
Fuimos los dos culpables de la ceguera de nuestro corazón e inocentes en creer tan ingenuamente en este alboroto.
Esta adoración mutua que se convirtió en confusión, decepción y anhelo.
Desorden porque el amor debía completarnos, alegrarnos, no dañarnos ni ofendernos.
Se llenó de decepción mutua nuestra unión, pues hubo falta de verdad en lo que decías o hacías sin mí, mientras yo callé seguramente demasiado de más.
Me empeñé en moldearte y te hice daño, porque te exigí y vos accediste hasta que no pudiste más.
Y yo no pude más con mi paciencia, se me agotó al escuchar una de tus incoherencias.
La ambición de ser juntos lo que soñábamos y el afán de seguir intentando hasta caer rendidos en una guerra cruel, produjo esto, un “vos” y un “yo” ya muy diferentes de aquellos que éramos en esa calle fría cuando nos vimos por primera vez.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Espectacular!
hermana el finde proximo quizas vaya!
Un beso enorme!
Publicar un comentario