Has aparecido en esta historia tan clandestino como nunca lo hubiese querido.
Tantos secretos, tantas palabras ocultas en tu forma de hablar, por miedo a mí, o más, a tí mismo.
Cobarde has sido, teniendo en tus hombros y luego en los míos esas inciertas inventivas.
Tus ojos enigmáticos, traicioneros, me mantuvieron vinculada a ti, por horas incesantes, por dias temerarios.
Se manifestó ese cielo azucarado una madruga inédita cuando yo no pude porfiar en abrir la puerta.
Así eres, un escritor que no ha publicado nunca nada, ni para mí, ni para mi vida.
Y siendo tan desconocido tras esa túnica imaginaria te has creído hasta astuto con tus jugadas.
Cuántos detalles pintaron este cuadro de acuarelas y caricias estando al filo de mi querer.
No supe ser taimada contigo y darme cuenta que eres dos al mismo tiempo: codicioso y tramposo.
Y recuerdo esa farola color caramelo y tus sonrisas simpáticas se vuelven gélidas en mi mente tras cada minuto.
No me necesitas, no precisas nada de mí.
Más bien te hacía falta un abrazo y algo que por segundos pudiera turbar tu vista urgida de fascinación.
Ya no eres bienvenido ni trayendo el pedido de perdón y te hablaré una vez solamente para que sientas lo que significa "reflexión".
No te haré sombra, no te dejaré ciego de ninguna forma, pero limpiaré mi hábito innato de quedar obnubilada por cualquier potencial.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
"Continuar insistentemente una acción para el logro de un intento en que se halla resistencia."
Publicar un comentario