Palabras, cuánto cuestan,
cuánto duele tal vez.
Las mentiras quedan, las verdades se van.
Dime por qué. Que sea todo un juego,
que todo deje de ser.
No me engañes, no podrías.
No me mientas pues no te creo.
Tú te vas, y tú te quedas…
Si tan solo fuera al revés…
Las cosas se tornarían nacaradas
Y las luces comenzarían a brillar.
Las risas serían las mismas de antes
Y mis lágrimas caerían sin cesar.
Tendrían un sentido y yo sabría porqué.
No me mires, no me provoques
Pues tengo sentidos que tú no conoces.
Si te digo la verdad tienes miedo
y si te miento también.
Si no te hablo me lo pides
Y si hablo me dices “ándate”.
Te entiendo y no lo sabes.
A ti no, y me hace doler.
Palabras van y palabras vienen.
¿Quién me entiende?
Nadie, y yo lo sé.
Entenderme
Yo nunca desisto.
Yo nunca me rindo.
Demasiado extraña para un mundo tan complicado, lleno de dudas y falsas esperanzas.
Una tierra cubierta de males y de gente que no sabe controlarse.
Doy una idea, ¿quién la acepta? ¿Quién la lleva a cabo?
Solo yo. Porque nunca me rindo. No para eso.
Llorar en la playa por un sentimiento o por algo más fuerte.
No soy una nena, soy un ser alborotado plagado de presentimientos que se hacen realidad.
La arena fría allá, el sol que se esconde aquí y miles de kilómetros al sur, lo mismo.
Doy una idea, nadie se queja, nadie la acepta.
En un mundo así, ¿cómo se puede vivir?
No sabes mentir, ni sabes decir la verdad, ¿en qué andas?
Para cosas mediocres está lo cotidiano, lo falso y desteñido.
¿Por qué no pensamos un poco y damos color?
Me gusta el naranja, lo sabes.
Es el color de lo ácido, pero de lo auténtico. Se muestra como es y no tiene vergüenza. Ni de ser distinto ni de romper cánones.
Me gusta el rojo. Es atrevido pero no ofende. Es inteligente porque se acomoda a cada situación.
Me gusta el negro porque es sobrio y es misterio. Porque es práctico y nunca muere.
Tendríamos que tomar ejemplo de cosas mejores que nosotros.
¿O acaso no queremos mejorar? ¿Soy solo yo?
Soy solo yo, como siempre fui.
Con una pelota de tenis en la mano recorriendo mi lugar viendo los colores del mar.
Nunca me rendí y nunca lo haría. ¿Para qué?
¿Acaso creemos que si uno desiste todo sigue igual?
Yo no. A pesar de los años el tiempo me enseñó que para estar mejor hay que cambiar.
Cómo cuesta, cómo puede doler, dejar cosas atrás, romper la barrera de la inseguridad, decir “No”, y aprender a callar.
Miro mucho y lo sé. Cómo andan las cosas por tu ciudad y por la tuya también, por la mía un poco más.
Todos conocemos el dicho “No juegues con fuego porque te podes quemar”.
¿Y qué vemos? ¿Qué sentimos? ¿Qué hacemos?
Nada, porque nos rendimos.
Cada uno con su filosofía de vida. Cada uno intenta ganar lo que quiere.
Apostemos. ¿Quién gana más y qué premio te lleva a la felicidad?
No me estoy quejando.
Doy una idea para cambiar.
¿Quién se anima?
¿Quién se queda atrás?
Cuando haya que llorar,
Cuando sea tiempo de reír, ¿en quién pensarás? ¿Qué lamentarás?
Yo nunca desisto.
Yo nunca me rindo.
Yo nunca me rindo.
Demasiado extraña para un mundo tan complicado, lleno de dudas y falsas esperanzas.
Una tierra cubierta de males y de gente que no sabe controlarse.
Doy una idea, ¿quién la acepta? ¿Quién la lleva a cabo?
Solo yo. Porque nunca me rindo. No para eso.
Llorar en la playa por un sentimiento o por algo más fuerte.
No soy una nena, soy un ser alborotado plagado de presentimientos que se hacen realidad.
La arena fría allá, el sol que se esconde aquí y miles de kilómetros al sur, lo mismo.
Doy una idea, nadie se queja, nadie la acepta.
En un mundo así, ¿cómo se puede vivir?
No sabes mentir, ni sabes decir la verdad, ¿en qué andas?
Para cosas mediocres está lo cotidiano, lo falso y desteñido.
¿Por qué no pensamos un poco y damos color?
Me gusta el naranja, lo sabes.
Es el color de lo ácido, pero de lo auténtico. Se muestra como es y no tiene vergüenza. Ni de ser distinto ni de romper cánones.
Me gusta el rojo. Es atrevido pero no ofende. Es inteligente porque se acomoda a cada situación.
Me gusta el negro porque es sobrio y es misterio. Porque es práctico y nunca muere.
Tendríamos que tomar ejemplo de cosas mejores que nosotros.
¿O acaso no queremos mejorar? ¿Soy solo yo?
Soy solo yo, como siempre fui.
Con una pelota de tenis en la mano recorriendo mi lugar viendo los colores del mar.
Nunca me rendí y nunca lo haría. ¿Para qué?
¿Acaso creemos que si uno desiste todo sigue igual?
Yo no. A pesar de los años el tiempo me enseñó que para estar mejor hay que cambiar.
Cómo cuesta, cómo puede doler, dejar cosas atrás, romper la barrera de la inseguridad, decir “No”, y aprender a callar.
Miro mucho y lo sé. Cómo andan las cosas por tu ciudad y por la tuya también, por la mía un poco más.
Todos conocemos el dicho “No juegues con fuego porque te podes quemar”.
¿Y qué vemos? ¿Qué sentimos? ¿Qué hacemos?
Nada, porque nos rendimos.
Cada uno con su filosofía de vida. Cada uno intenta ganar lo que quiere.
Apostemos. ¿Quién gana más y qué premio te lleva a la felicidad?
No me estoy quejando.
Doy una idea para cambiar.
¿Quién se anima?
¿Quién se queda atrás?
Cuando haya que llorar,
Cuando sea tiempo de reír, ¿en quién pensarás? ¿Qué lamentarás?
Yo nunca desisto.
Yo nunca me rindo.
Azor desbañado
Como un azor vuelo en círculos pensando en un anhelo, algo difícil de alcanzar.
Sin dejarme abatir por los constantes asechos del viento me mantengo en alto.
Sigo esperando tu llegada, con tus intrigantes razones, con tus tiernos ojos oscuros.
Sé que vales la pena y que te escondes no muy lejos esperando el momento correcto para comunicarme tu presagio.
En mi cigarro te refugias como niño calmo y me rozas los dedos cuando se dibuja el humo en mi pared vacía.
Eres vos quién está conmigo y se atreve a adornarme el aire.
Confundo tus ojos, en un bar, de vez en cuando, con otros que miran haciéndose los desentendidos, como lo harías tú.
Si pudiera, bien sabes, que ahora mismo me acurrucaría contigo.
Caigo en el error de quererte sin tenerte, de soñarte sin conocerte.
Pero bien sé que no es equivocación, simplemente, prepararme y esperarte.
¿Dónde estás? Dime que vendrás.
Un poco más tarde, un poco menos temprano.
Sólo demuéstrame que vendrás.
Sin dejarme abatir por los constantes asechos del viento me mantengo en alto.
Sigo esperando tu llegada, con tus intrigantes razones, con tus tiernos ojos oscuros.
Sé que vales la pena y que te escondes no muy lejos esperando el momento correcto para comunicarme tu presagio.
En mi cigarro te refugias como niño calmo y me rozas los dedos cuando se dibuja el humo en mi pared vacía.
Eres vos quién está conmigo y se atreve a adornarme el aire.
Confundo tus ojos, en un bar, de vez en cuando, con otros que miran haciéndose los desentendidos, como lo harías tú.
Si pudiera, bien sabes, que ahora mismo me acurrucaría contigo.
Caigo en el error de quererte sin tenerte, de soñarte sin conocerte.
Pero bien sé que no es equivocación, simplemente, prepararme y esperarte.
¿Dónde estás? Dime que vendrás.
Un poco más tarde, un poco menos temprano.
Sólo demuéstrame que vendrás.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)