Sin temerle al fracaso y al ridículo me vi sin pensarlo dos veces, yendo a tu encuentro.
Qué seguridad sentía, mientras convencida, te miraba y te encontraba en aquella imagen casi real.
Era como una ilusión de niña arriesgarse a todo simplemente apostando que eras así, como yo te pensaba.
Te faltó el valor o las ganas por mi, pero sé bien que logré convencerte aunque sea ese instante cuando te aferraste a mi.
Y me sorprendiste con tanta dulzura, cuando se esfumaba ese hombre distante para transformarse en uno que pide a gritos ternura.